divendres, 18 de setembre del 2009

El Salar de Uyuni

Miro hacia un lado y veo blanco, miro hacia el otro y sigo viendo blanco…blanco roto, blanco brillante, blanco cristalizado, blanco pisado, blanco esculpido…pero siempre blanco…

La primera impresión es alucinante…¡estamos rodeados del color de la luz y te hace sentir bien!

Jacinto nos cuenta que el salar tiene de dos a diez metros de profundidad y que se formó por una gota de sangre caída del dedo de una mujer (la montaña Iruputuncu) que estaba en disputa con un hombre (la montaña Tunupa).

Llegamos a la isla del pescado, que debe su nombre a su silueta…ya que bien se podría llamar isla del cáctus, pues estas plantas, que pueden llegar a medir doce metros, habitan toda su superficie.

La vista desde punto más alto de la isla te deja sin respiración…la luz que se refleja por toda la superficie de este lago seco tiñe los objetos de una intensidad inusual…nos quedamos boquiabiertos contemplando lo que nos rodea…el salar se puede llegar a confundir con una arena blanca del Caribe más puro…
Recorremos el salar por la carretera que atraviesa sus 11.000 quilómetros cuadrados y nos paramos para observar de cerca los hexágonos que este cristal construye de forma regular en todo el suelo, o para ver los ojos del salar, unos agujeros de agua que se filtran por debajo de la superficie y van erosionando su costra salina, o los montículos de sal que se escarpan del suelo antes de llevar a la refinería…

Tenemos unos sensación extraña, pues de alguna manera este salar no es más que el cementerio de lo que un día fue un lago con vida, pero desprende una energía, una magia que no te puede dejar indiferente…nos planteamos si dentro de muchos años, habrá más salares como este…pero por el momento, este es, sin duda, un sitio especial.

Vimos en los refugios, unos pósteres promocionando la Laguna Colorada y el Salar de Uyuni como candidatos a las 7 nuevas maravillas del mundo…y creo que este lugar, muy fácilmente podría estar entre ellas…


Mir

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