Volando hacia Calama, los Andes nos acompañarán todo el viaje a la derecha, mientras que Santiago, ya quedó atrás (aunque esperamos ver más al final del viaje). Quedó atrás la bonita plaza de Armas con sus edificios coloniales y los Santiaguinos jugando al ajedrez, quedó atrás el mercado central con sus hostiones y el señor del choripán (lástima que fuera del realísimo, aunque supongo que Zamorano antes y Pelegrini ahora tendrán algo que ver), quedó atrás la estación de Mapucho con el ballet Nacional Chileno y el estreno de ‘Valparaíso Vals’ y el lindo señor que nos consiguió las entradas, quedó atrás la Piojera y los terremotos (vino moscatel con helado dentro) y el palacio de la moneda …
A ver, Santiago no es Londres o París aunque tenga un pequeño barrio así llamado, pero tiene sus cosas, en especial su gente amable y su ritmo pausado.

Una cosa graciosa que nos ha sorprendido de los lugareños es el afán por conseguir un mejor sitio, tanto una mejor localidad para ver mejor el ballet, como para avanzar en una cola del aeropuerto, son educados y tranquilos, pero cuando ven un hueco, se lanzan a conseguirlo.
Pd. No hemos dormido dentro del saco, pero no hubiera sido descabellado. Por cierto el hostal plaza de Armas a las 5.50 de la mañana NO tiene agua caliente, aunque las vistas de la plaza con la primera luz del día casi merecen la pena los estornudos de ahora.
Mire i Fer
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