dissabte, 19 de setembre del 2009

En la mina

Tienes una extraña sensación…de humedad, de frío, de inseguridad, de enfermedad, de injusticia, de estar en otra época…

Subimos en un bus público Ferran, la guía y yo y nos bajamos en el mercado minero, donde nos enseña los utensilios que utilizan los mineros: dinamita, hojas de coca, cigarrillos, alcohol de 96 GRADOS, soda…Nos propone que les llevemos, por 10 bolivianos, unas hojitas de coca y una soda. Decimos que no, hemos leído que parte de la entrada va a los mineros y nos parece triste llevarles unos “dulces”…ella nos comenta que así quizás los mineros no quieran hablar con nosotros…

Los mineros cogen unas diez o veinte hojas de coca sin el nervio principal, lo mastican juntamente con el catalizador (una pastilla de extractos vegetales que puede ser dulce o salado, y ayuda a sacar el jugo de la coca y a disimular su sabor amargo) y lo mastican durante unas tres horas, lo tienen a un lado de la boca, en una bola. A las tres horas repiten el procedimiento, hasta 3 o 4 veces, según lo que les dure el jornal.

Nos vestimos para la ocasión: pantalón y chubasquero, casco con linterna y botas…y como no tenemos transporte de la agencia subimos a un bus regular….nos coge un ataque de risa, pues damos un poco el cante…

Justo a la entrada de la mina hay todo de manchas de sangre de llama, es la ofrenda que los mineros hacen a la Pachamama (madre tierra) para que los proteja. Dentro en cambio, veneran al Tío o Sunaj, el diablo que posee todos los minerales de la tierra.

Cada viernes, los mineros se reúnen en una sala donde está su estatua y beben, cantan, fuman y bailan…por suerte esta sala está cerca de la salida, pues a veces tienen que sacar a alguno a rastras…

Nos cuenta la guía, una mujer que trabajó en la mina también, pero a fuera, separando los trozos de piedra con y sin mineral, que la mayoría de mineros mueren de silicosis, bien jóvenes, a los cincuenta o sesenta. Por eso, ellos no se tragan el humo de los cigarrillos, sólo lo respiran para evitar, por un rato, los gases tóxicos, como el anhídrido, que contiene la mina…

Andamos por encima de los raíles, pisando agua, viendo brechas de hierro, estalactitas del agua que se filtra, charcos ácidos, cuanto más dentro estamos, más enrarecido es el aire…oímos un ruido… al cabo de un rato aparecen dos mineros empujando una tonelada de piedra en una vagoneta…a su vuelta hablamos un rato con ellos, son jóvenes, no tendrán más de veinte años, pero tienen una mirada triste, están trabajando como jornaleros, por 70 bolivianos diarios (unos 7 euros). Si consiguieran un contrato (de día) podrían llegar a cobrar 200 bolivianos, pues entonces les pagarían por carreta y trabajarían más rápido.

Ellos son peones, después existen los segunda mano y finalmente los socios. Estos últimos son los que invierten en maquinaria, los que pueden llegar a cobrar unos 5000 bolivianos al mes, pero también lo que más arriesgan, pues son ellos los que abren camino con la dinamita. Nos cuenta que cada año mueren entre 30 y 40 mineros, algunos de problemas respiratorios y otros por accidentes en la mina, básicamente por malas explosiones de la dinamita.

Al irnos nos piden si tenemos coquita, nos sentimos mal, por estar haciendo el turista con el trabajo inhumano de estos mineros, pero en parte, prefiriendo no contribuir más a su mala salud…nos gustaría ofrecerles un vaso de agua, no de alcohol de quemar o coquita…

Al salir a la luz del día, nos invade una sensación de gratitud, por haber salido sanos y salvos de la mina, pero sobretodo por darnos cuenta de lo afortunados que somos de sólo tener que entrar en ella para una visita turística y no para trabajar de 9 a 12 horas 6 días a la semana…

Mir

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